Breve Biografía de Amália Rodrígues
Amália da Piedade Rebordâo Rodrigues nació en una familia humilde y numerosa (eran nueve hermanos) y en su infancia fue educada de manera estricta por sus abuelos maternos. Tenía nueve años cuando cantó en público en la fiesta de la escuela; a los catorce fue a vivir con sus padres y hermanos. Dejó los estudios y comenzó a trabajar para ayudar a su familia: fue costurera, bordadora y trabajó en una fábrica de chocolates y caramelos. Junto a su hermana Celeste, vendió frutas en los muelles del puerto lisboeta.
Amália cantaba en fiestas y verbenas y en 1938 en el periódico “Portugal Guitarra” apareció su foto con críticas muy elogiosas; a partir de entonces, adoptó el nombre artístico de Amália Rodrigues. Comenzó a cantar en las casas de fado de Lisboa, siendo conocida como “Reina del Fado”. El fado es una canción tradicional de los barrios pobres de Lisboa que se acompaña con guitarra y viola y cuya letra habla de nostalgia, traiciones y fatalismo. Fado del latín fatum significa “encadenamiento fatal de los sucesos”. Los fadistas expresan con su cuerpo el dolor, la melancolía o el entusiasmo, según las letras de las canciones.
La popularidad de Amália aumentó durante la II Guerra Mundial: en 1943 en Madrid realizó su primera actuación fuera de Portugal. Un año después viajó a Brasil, donde cosechó grandes éxitos y grabó sus primeros discos. Formó parte de una compañía de teatro; creo el “fado celos” en las operetas “Rose cantadeira” y “Mouraria”. En 1947 hizo su debut en el cine como protagonista en “Capas Negras”, más tarde, en 1955, actuó en la banda sonora de la película “Los amantes del Tajo” que le dio fama internacional. En México filmó “Música de siempre” junto a Edith Piaf. Le gustaba el jazz, el flamenco y la música egipcia.
En 1961 se casó en Rio de Janeiro con el ingeniero César Seabra Henrique ( -1997), con el que estuvo casada 36 años. Participó en el Festival Internacional de Edimburgo donde fue considerada “una de las grandes de la música clásica”. Con su voz melancólica y triste, con gran talento y profunda sensibilidad, Amália llevó el fado a los grandes escenarios del mundo: dio conciertos desde Brasil a Japón, de Europa a Estados Unidos y en varios lugares de África: Túnez, Angola, Mozambique y el Congo. Además de cantar en su lengua materna, el portugués, cantó en inglés, italiano, francés y español. Continuó sus giras artísticas por Australia y viajó varias veces a Israel: grabó canciones sefaraditas que le dieron más renombre internacional.
Tras la Revolución de los Claveles en 1974, que provocó la caída de la dictadura (desde 1933 a 1974), tuvo que apartarse de los escenarios, ya que fue acusada de colaborar con el dictador Antonio de Oliveira Salazar (1889-1970). En 1975 actuó en París, invitada por UNICEF.
En 1980 publicó su primer álbum inédito en tres años, con diez fados de su autoría, mostrándonos una nueva faceta de esta cantante-poeta. En 1985 dio su primer gran concierto individual en el Coliseo dos Recreios, en Lisboa. Realizó una gran gira por diferentes países en 1989 para celebrar sus cincuenta años de profesión. Amália fue autora de muchos poemas que fueron publicados en el libro "Versos" en 1997, que incluyen "Una extraña forma de vida", "Lágrima”, "Me gustaría ser quien que era", "Oh, esto lo siento por mí”, “Sus ojos son dos fuentes“.
A lo largo de su larga y exitosa carrera profesional, tanto en la música (grabó más de 170 discos) como en la actuación (en teatro participó durante quince años, cine y telenovelas), Amália ha recibido importantes distinciones: IX Premio de la Crítica Discográfica Italiana (1971), el Gran Premio de la Ciudad de París y el Gran Premio del Disco de París (1975), Legión de Honor de la Orden de las Artes y las Letras (1990) en Francia, Medalla de Jerusalem (1991) por el Estado de Israel, entre otros.
Embajadora cultural de Portugal, conocida como la “Dama del Fado” y símbolo de los valores tradicionales del alma lusa: la saudade, la nostalgia, la ternura y la soledad, Amália decía que el fado “hace llorar, porque llorar es bueno para superar la tristeza”. En 1994, en Lisboa, se despidió de los escenarios tras sesenta años de carrera.
Amália Rodrigues falleció en Lisboa en 1999, a los 79 años. A partir de 2001 sus restos descansan en el Panteón Nacional, siendo la única mujer, junto a los héroes de la historia lusitana. Su domicilio se convirtió en “Casa Museo de Amália Rodrigues" para preservar su legado artístico.