Eugenia Sacerdote de Lustig nació en 1910 en Turín, Italia. Doctora e investigadora ítalo–argentina.
Nació dentro de una famlia judía de clase media y, a pesar de la oposición de su familia ingresó en 1929 a la facultad de Medicina. En esa época, estudiar ciencias era sólo para varones, pero con mucha voluntad y tenacidad, Eugenia y su prima Rita Levi Montalcini estudiaron con un profesor particular y aprobaron los exigentes exámenes para ingresar a la Facultad. Juntas comenzaron la carrera, sufriendo discriminación, burlas y agravios de sus compañeros (eran sólo 4 mujeres, las otras dos eran hijas de médicos, entre 500 varones).
Siendo estudiante, Eugenia hizo prácticas en el Instituto Internacional de Alta Montaña, ubicado en el Monte Rosa en los Alpes que dependía de la Cáteda de Fisiología de la Universidad de Turín. Allí estudiaba el efecto que causaba al organismo humano la falta de oxígeno en las alturas, tema que inquietaba a la aeronáutica italiana. Finalmente tanto Rita Levi Montalcini como Eugenia obtuvieron en 1936 sus títulos de médicas.
Apenas había comenzado las prácticas en el Hospital de Roma, cuando Mussolini (1883-1945) dictó las leyes raciales y como judía no pudo ejercer más en Italia. Pocos meses antes de que Italia se uniera a la Segunda Guerra Mundial, Eugenia, su esposo Maurizio Lustig (-1970), ingeniero de la empresa Pirelli y su pequeña hija de tan sólo un año, emigraron a la Argentina en 1939. En este país la empresa Pirelli instaló una fundidora de cobre, por lo que Maurizio tenía asegurado el trabajo.
Para Eugenia no fue fácil: también en Argentina tuvo que enfrentar muchas dificultades: no le reconocieron el título, soportó el antisemitismo solapado y por ser mujer - a pesar de sus enormes méritos - no valoraron su trabajo. Luego de unos años entró a trabajar como investigadora en la Catedra de Histología de la Facultad de Medicina de Buenos Aires, sin salario fijo. Fue pionera en Argentina en su especialidad: el cultivo de células vivas, in vitro, para la investigación de una droga anticancerígena. Desarrolló y perfeccionó las técnicas de cultivos celulares normales y tumorales para distintos tipos de virus y tumores. Pasado ya unos años, pudo recibir su primer sueldo como investigadora.
Trabajó en el laboratorio del Instituto de Oncología Angel H. Roffo y al mismo tiempo en el Instituto de Bacteriología Malbrán, donde montó la Sección de Cultivo de Tejidos. Poco después quedó al frente del departamento cuando se desató la epidemia de poliomelitis. En la década de 1950 viajó a Estados Unidos a interiorizarse sobre el trabajo del profesor e investigador Jonas Salk (1914-1995) quien descubrió la vacuna contra esa enfermedad. En este viaje se reencontró con su prima Rita Levi Montalcini quien estaba trabajando en la Universidad de Washington como especialista en neurocirugía.
Al regresar a Argentina, Eugenia inoculó a sus hijos y a ella misma en público para convencer a la población de los beneficios de este método. Esta decisión de avalar la aplicación de la vacuna Salk antes de que recibiera la aprobación oficial, salvó miles de personas. Eugenia logró que le reconocieran su título de médica después de ganar un concurso, en 1958, para la cátedra de Biología Celular en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Pero su carrera académica terminó con el golpe militar de 1966 a 1970: la represión en las facultades fue violenta y los profesores detenidos, Eugenia se salvó porque no se encontraba allí en ese momento; poco después renunció.
Decidida, inteligente, creativa, llena de vitalidad, por su sencillez, buen humor y generosidad con sus conocimientos, fue muy querida y respetada; tuvo a su cargo la formación de muchos investigadores del país. Siguió trabajando en el laboratorio Roffo durante cuarenta años hasta ser nombrada investigadora emérita. Investigó sobre la acción de los radicales libres y el estrés oxidativo en pacientes vivos aquejados del mal de Alzheimer, demencia vascular y Parkinson, ampliando los conocimientos básicos de las enfermedades neurológicas. Fue investigadora del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnicas) y jefa de Virología del Instituto Malbrán. Siguió investigando con más de 80 años, hasta que la ceguera le impidió observar por el microscopio.
La Dra. Eugenia Sacerdote, destacada científica dedicó su vida a la investigación y sus trabajos han sido publicados en revistas científicas superando más de 180 artículos. "Creo que la ciencia, en la búsqueda de la verdad, nos ha enseñado mucho, esta búsqueda que siempre debe estar guiada por la ética", ha declarado Eugenia.
Ha sido merecedora de distinciones y premios a lo largo de su trayectoria científica, entre ellos: Premio “Mujer del Año de Ciencias” (1967), Premio Alicia Moreau de Justo (1991), Premio Hipócrates (1992), Premio Anual QUALITAS Prof. Doctor Braulio Moyano, por su trabajo en Alteraciones cerebrales en la tercera edad (1994); y el último, unos días antes de su muerte, la Medalla Conmemorativa del Bicentenario de la Revolución de Mayo (2011).
Ha escrito un libro de memorias: "De los Alpes al Rio de la Plata". Eugenia Sacerdote de Lustig murió en 2011 a los 101 años.
Fuentes y Bibliografía
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