Ana Finch Conway nació en Londres en 1631, en una familia aristócrata. Fue una de las pocas mujeres que tuvo una educación científica formal, pues su hermano dirigió sus estudios. Fue discípula del filósofo Henri More (1614-1687), profesor de Cambridge, que le enseñó geometría euclidiana, matemáticas y astronomía, también la Kabbala, una de las fuentes de las teorías alquimistas.
Tras su casamiento con el conde de Conway, las largas ausencias de éste, permitieron a Ana dedicarse al estudio, interesándose en los trabajos de los filósofos y teólogos de la época. Convirtió su casa en un centro intelectual donde se reunían renombrados científicos, entre ellos el profesor More y el Dr. Van Helmont (1580-1644).
Ana trató de armonizar su religión con las nuevas teorías científicas. Creía que la naturaleza era jerárquica, es decir, las plantas y los animales estaban organizados en una Gran Cadena del Ser, donde terminaba, con los seres humanos.
Escribió un libro que tuvo gran influencia sobre el pensamiento del filósofo alemán Gottfried Leibniz (1646-1716). Ana consideraba que la naturaleza estaba constituída por mónadas = sustancias indivisibles de toda materia y dotadas de fuerza vital e integradas en el orden cósmico. Cada mónada es un reflejo de todo el universo.
Después de la muerte de Ana Finch en 1678, Van Helmon viajó a Hannover, donde presentó su obra a Leibniz y a su colaboradora científica y política Sofía de Hannover (1630-1714) duquesa de Brünswick-Luneburgo. Leibniz incorporó las ideas de Ana a su sistema filosófico, dando origen al vitalismo, el cual fue aceptado por los filósofos naturalistas alemanes. Aunque Leibniz reiteró las referencias a la "Condesa de Conway" como fuente de sus ideas, la obra de esta mujer fue atribuída a Van Helmont.
La importancia de la obra de Ana Finch Conway, se puede comprobar al pensar que la Revolución Cientifica tuvo que ver con la naturaleza de la materia y del movimiento, así como con la relación entre ambos conceptos.
Fuentes y Bibliografia
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