Breve Biografía de Mata Hari
Margaretha Geertruida Zelle, más conocida como Mata Hari, nació en 1876 en Leeuwarden (en español Leuvarda), al norte de los Países Bajos. Bailarina, cortesana y espía.
Era hija de un comerciante de sombreros que al quedar viudo en 1891, la envió a un internado de señoritas, donde estudiaría para ser maestra. Grietje, como era conocida, para independizarse de su padre, respondió a un anuncio en el periódico en que se solicitaba una esposa, y en 1895 se casó en Ámsterdam con Rudolf MacLeod, un oficial del Ejército holandés, veinte años mayor que ella.
Poco después la pareja se trasladó a las Indias Orientales Neerlandesas, (las islas de Java, Sumatra, Borneo, entre otras, eran posesión colonial) donde Rudolf fue destinado. En Java, Grietje sufrió el maltrato de su marido, celoso, violento y alcohólico que le contagió la sífilis, a ella y a los dos hijos de ambos, Norman (1897-1899) y Louise Jeanne (1898-1919). Tras perder a su hijo Norman, el matrimonio se distanció más, ya que Rudolf la culpaba de su muerte y de ser una mujer libertina.
Al regresar a Amsterdem en 1902, se divorciaron y el marido se quedó con la niña, aduciendo mala conducta de la madre. Grietje se trasladó a París en 1903, con 27 años, divorciada y pobre, buscando trabajo como modelo, pero al fracasar, adoptó como nombre artístico “Mata Hari” (=ojo del amanecer) e inventó su historia: princesa de Java, que nació en un templo sagrado hindú y que le fueron reveladas siendo niña, las sagradas danzas de sus antepasados. Se decía experta en todas las “artes amatorias del oriente” y ejerció profesionalmente a partir de 1905 como bailarina, realizando espectáculos de danzas exóticas casi desnuda y sensuales movimientos.
Mata Hari triunfaba en los teatros de París de la Belle Époque, conquistaba por su belleza, sus bailes y sus artes amatorias; bailó en la Ópera de París, La Scala de Milán y en los salones privados de toda Europa. Valiente, decidida, controvertida, también fue cortesana y sedujo y conquistó a hombres ricos y poderosos, diplomáticos, políticos y militares de alto nivel, de todo el continente. Llevaba una vida de lujo e intentó recuperar a su hija que vivía con el padre en Holanda, pero fue imposible: jamás volvió a verla.
Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, Mata Hari estaba en Berlín actuando en un importante music-hall y tenía como amante al jefe de policía de esa ciudad. Unos meses después, residió en Amsterdam con el cónsul alemán, quien la introdujo, mediante sumas de dinero – y luego la traicionó - en los servicios secretos de su país como la agente H-21.
En 1916 volvió a París y también se convirtió en agente doble, el capitán Georges Ladoux (1875-1933) oficial del contraespionaje francés, le pidió que trabajara para ellos, obteniendo información sobre las fuerzas prusianas. Este capitán le hizo una trampa, pues estaba convencido que ella servía a las fuerzas alemanas. Con su pasaporte holandés, país neutral durante la guerra, Mata Hari, audaz y desafiante, cruzaba las fronteras sin problemas, y sin sospechar que era vigilada tanto por los alemanes como los franceses.
Finalmente los franceses interceptaron un mensaje de los alemanes que confirmaba sus sospechas: el agente llamado H-21 era Mata Hari. En Paris fue detenida y recluida en la prisión de San Lázaro; aunque no tenían pruebas concluyentes, la acusaron de espionaje, de ser una agente doble de Alemania y Francia. Las informaciones que Mata Hari pudo haber pasado al gobierno alemán no tenían ninguna transcendencia, pero la pena no se basaba si la información era importante, no dependía de la información en sí misma, sino el solo hecho de espiar era lo que merecía la pena capital.
Margaretha Geertruide Zelle proclamó hasta el último instante su inocencia, pero fue fusilada por alta traición, en octubre de 1917, a los 41 años.
Según varios historiadores, durante la guerra, numerosos mensajes enviados eran falsos con la finalidad de desinformar al enemigo, haciendo que creyeran cosas que no eran ciertas. También que en Francia tuvo una repercusión directa, por los numerosos fracasos en el frente de batalla y ante la opinión pública en contra de Mata Hari por su ostentación con amantes enemigos en plena guerra y su vida libertina. Hasta hoy, cien años después, existen dudas y controversias sobre la imagen del espionaje de esta mujer (ya que para cualquier espía la discreción es fundamental) y su culpabilidad es cuestionada.
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