Fue la mayor de los cuatro hijos del pintor y grabador Giovanni Andrea Sirani (1910-1670); recibió en su casa, como era costumbre en esa época, una esmerada educación que incluía música, literatura, historia sagrada y por supuesto pintura. Por su condición de mujer no pudo asistir a ninguna academia y tuvo que aprender únicamente en el taller de su padre.
Giovanni había sido discípulo y ayudante del famoso pintor Guido Reni (1575-1642), y tras la muerte de su maestro, abrió su propia escuela o academia de pintura. Elizabeth, y más tarde sus hermanas Bárbara y Anna María, asistieron a formarse como pintoras en el taller paterno. Su único hermano varón, Antonio estudió medicina.
Hacia 1650, con tan sólo doce años, Elizabeth empezó a pintar siguiendo los pasos de su padre y la influencia de Guido Reni, copiando estampas u otros dibujos, sin poder dibujar anatomías del natural, ya que estaba prohibido a las mujeres observar modelos desnudos para su estudio. Con gran destreza y rapidez de ejecución, comenzó con retratos y bodegones, pero con los contactos de su padre, Elizabeth, a los 19 años inició su actividad como pintora profesional para los más importantes personajes de la sociedad boloñesa: nobles, aristócratas, profesores de la prestigiosa Universidad, eclesiásticos.
Unos pocos años después, se hizo cargo de la academia de su padre, ya que éste se encontró incapacitado por la gota, una enfermedad que ataca las articulaciones. A través de su arte, fue desarrollando su propio estilo independiente, más naturalista y con gran sensibilidad, y con su trabajo, esta gran artista pudo mantener a sus padres y a sus tres hermanos.
En 1660 Elizabeth fundó la primera Academia de Arte para mujeres, donde asistían más de doce jóvenes alumnas de la nobleza boloñesa, entre ellas sus hermanas pequeñas, a recibir clases de dibujo y pintura. Su taller era visitado por amantes del arte de toda Europa, interesados en presenciar su rapidez pictórica, algo que muchos dudaban que ella fuese la autora, por lo que un día de 1664 realizó su obra en público, frente a sus clientes.
Porcia hiriéndose en el muslo |
Esta prolífica artista no sólo se destacó en la pintura, el dibujo y el grabado, también en la música y la poesía. En sus obras a lápiz y tinta, introducía fuertes contrastes de luz y sombra, donde se reflejan temas históricos y religiosos, de heroínas bíblicas y literarias; tanto la Iglesia, como la nobleza y la realeza de gran parte de Europa se interesaron en su trabajo: entre sus obras se destacan: “San Jerónimo en el desierto”, “Porcia hiriéndose el muslo”, “El Bautismo de Cristo”, “Virgen con el niño” y con la “Sagrada Familia” alcanzó su mayor prestigio.
Virgen con el niño |
Fue una de las primeras mujeres pintoras que tuvo reconocimiento internacional, pero su prematura muerte, en 1665, con 27 años truncó su carrera artística. Hubo sospechas que había sido envenenada, pero una autopsia reveló que murió por una peritonitis, ya que había sufrido varias úlceras de estómago.
En tan sólo una década Elizabeth Sirani nos dejó un legado de casi 200 obras, además de dibujos, grabados y autorretratos. Sus restos descansan junto al de su gran maestro Guido Reni en la Basílica de Santo Doménico de Bolonia.