Teodora nació en el año 501, Siglo VI. Emperatriz en el Imperio Bizantino, esposa de Justiniano I.
Era hija de una familia circense: su padre, domador de osos de circo y su madre bailarina. Teodora trabajó desde niña como bailarina, mímica y luego como meretriz en el hipódromo de Constantinopla, lugar donde combatían los gladiadores. Viajó a Alejandría, donde conoció a un hombre de gran sabiduría, experto en las Sagradas Escrituras, que influyó mucho en su gran fervor religioso; luego de unos años, regresó a Constantinopla, alejándose de la vida de meretriz, se dedicó a hilar en la rueca para subsistir.
Constantinopla, capital del Imperio Bizantino de Oriente, era en ese entonces, un gran centro cultural y político de Europa; Justino I (450-527), emperador bizantino desde 518, había derogado en el año 525 una ley que prohibía el matrimonio entre miembros de distintas clases sociales. Ese mismo año Teodora se casó con Justiniano I (483-565) sobrino del emperador, un hombre de gran cultura y ambición. En 527 luego de la muerte de su tío, pasó a ser emperador y su esposa Teodora, de tan sólo 27 años, emperatriz consorte.
Justiniano, religioso hasta el fanatismo, quería unificar el imperio por la fe, y ésta debía ser la religión cristiana ortodoxa. Durante este reinado se promulgaron dos obras legislativas fundamentales El Código Justiniano y las Compilaciones. Teodora, mujer valiente e inteligente, a pesar de las críticas, - por su pasado de actriz de circo y meretriz - tuvo gran influencia en la política del imperio. Dictó varias leyes que protegieron los derechos de la mujer: mejoró la ley de matrimonio, dando más libertad a la mujer, incluso a cometer bigamia o a divorciarse; protegió del castigo a los adúlteros; permitió el casamiento entre diferentes clases sociales, razas y religiones.
Algo inusual hasta ese entonces, Teodora logró que todos los hijos, nacidos dentro o fuera del matrimonio, tuvieran los mismos derechos, incluso ante la herencia. Esta igualdad la lograrían la mayoría de los países casi mil quinientos años después, en el siglo XX. Prohibió la prostitución (el proxeneta estaba protegido por ley); aunque reglamentó los burdeles, regentados por las propias mujeres, las prostitutas eran casi forzadas a dejar ese oficio.
En 532 hubo una rebelión popular por los grandes impuestos que debían pagar, conocida como el grito de Nika (=Victoria en griego), con matanzas e incendios por toda Constantinopla. Teodora, con gran serenidad y convicción, supo dar el asesoramiento conveniente, impidiendo que Justiniano huyera, como le aconsejaban sus ministros: “…Creo que la huída es signo de cobardía, todo rey debe morir por su país, en su trono o combatiendo. Si no es así, no debe considerarse digno...”. La insurrección fue sofocada con gran derramamiento de sangre y toda oposición al emperador desapareció.
Teodora reinó y gobernó, luego de esa sublevación, superando en las decisiones a su marido, dieciseis años más. Se reconstruyó la ciudad, con iglesias, hospitales, alumbrado público y alcantarillado. La época de Justiniano I y Teodora no sólo se destacó por los éxitos militares, también se vió el esplendor cultural en las obras arquitectónicas, la más célebre la iglesia de Santa Sofía.
Teodora murió en el año 548 y fue beatificada por la Iglesia Ortodoxa. Justiniano I vivió durante veinte años más, hasta el 565.
Fuentes y Bibliografia