Verónica Franco nació en 1546 en Venecia. Poetisa, activista y célebre cortesana italiana del Renacimiento.
Pertenecía a una familia de clase media, recibiendo la misma educación que sus hermanos con tutores privados. Se casó a los dieciocho años con el médico Paolo Panizza, con quien tuvo un hijo, pero pronto el matrimonio se separó. Fue su madre Paola Fracassa, famosa cortesana antes de su casamiento con el padre de Verónica, quien la inició en su misma profesión. A los veinte años ya figuraba en el clandestino “Catálogo de todas las principales y honradas cortesanas de Venecia” con su nombre, dirección y la tarifa que cobraba.
En la Venecia del siglo XVI se diferenciaba la cortesana honesta de la cortesana de fuego: la primera tenía estudios, era muy culta y disfrutaba de privilegios únicos; la cortesana de fuego, en cambio, era de clase baja, vivía y ejercía su oficio junto al Puente de Rialto, en albergues o en tabernas.
Verónica era una mujer inteligente y muy culta: amaba la música, interpretándola en el laúd y la espineta; versada en la literatura de los clásicos antiguos griegos y romanos, buscó sus propios mecenas entre los hombres cultos de su ciudad natal, próspera y cosmopolita. Frecuentó los círculos literarios más prestigiosos, codeándose con los eruditos, artistas y políticos de la época; participaba en discusiones y debates, donde expresaba sus opiniones y sus intereses culturales.
Entre sus amistades más importantes, estaba el poeta y político Doménico Venier (1517-1582), su protector, y con su patrocinio publicó en 1575, su libro de poemas “Rima Terze”. Su fama de mujer de gran cultura y su condición de cortesana honesta, profesión que nunca ocultó, le abrieron las puertas al mundo de las artes y su casa fue un punto de encuentro de hombres de Estado, nobles, músicos, pintores y filósofos. Pero, fue muy cuestionada por la gente del pueblo, pues veían a las cortesanas como símbolo de vicio y de degeneración moral de la ciudad.
Poco después de la aparición de su libro, una epidemia de peste asoló Venecia, y Verónica tuvo que salir de la ciudad. Cuando regresó dos años después, se tuvo que enfrentar ante el Tribunal de la Santa Inquisición, acusada de brujería. En 1580 se celebró el juicio, Verónica se defendió con dignidad y quedó libre de cargos, pero perdió todos sus bienes materiales.
En agosto de ese mismo año apareció su segundo volumen de poesía “Cartas escritas en la juventud”, con cincuenta cartas en tono de enseñanza o consejos. Mujer valiente e inteligente, desafió la hipocrecía e intolerancia de su tiempo, defendiendo su derecho a estudiar; protestaba y denunciaba los maltratos verbales o físicos que sufrían las mujeres de parte de los hombres. Su franqueza de expresión, con un lenguaje erótico, hicieron que sus versos fueran muy polémicos.
Con gran generosidad, Verónica fundó una institución benéfica para acoger a las cortesanas pobres y sus hijos. Poco después murió su protector Venier y quedó sin ayuda financiera. A partir de allí, su destino es incierto, no hay muchos datos sobre sus últimos años. Verónica Franco murió en 1591, a los 45 años.