Catalina de Siena - Santa nació en 1347, Siglo XIV, en la ciudad de Siena, en la región de la Toscana. Mística, religiosa y escritora italiana, Doctora de la Iglesia Católica.
Catalina Benincasa pertenecía a una familia de clase media-baja muy numerosa (era la número 24 de 25 hermanos); desde niña tuvo experiencias místicas y se sintió llamada por Dios; pese a la oposición de sus padres, a los dieciséis años entró en la Tercera Orden de Santo Domingo y siguió siendo laica.
La Tercera Orden de Santo Domingo era una rama laica de la Orden de Predicadores que había fundado en 1216 Domingo de Guzmán (1170-1221), conocida como los domínicos, dentro de la Iglesia Católica. Estos religiosos mendicantes hacían voto de pobreza, viviendo de la caridad; llevaban una vida de oración y contemplación, y a la vez, predicaban el evangelio, defendiendo la fe contra todo lo que consideraban herejía. Así comenzaron la lucha contra los cátaros, en Languedoc, al sur de Francia, iniciando el proceso de la Inquisición.
Catalina vivió en su propia casa llevando una vida de gran austeridad y soledad en la oración y la penitencia; se sometía al cilicio y a prolongados períodos de ayunos. Luego de tres años de intensa vida espiritual y de incansables mortificaciones, en 1366 ante la aparición de Jesús, hizo un casamiento místico, y comenzó a llevar una vida más activa, ayudando a los pobres y a los huérfanos.
Durante la peste negra que asoló Siena en 1374, Catalina acudió al socorro de los necesitados, ayudó y cuidó a los enfermos con mucha bondad y misericordia, sin temor al contagio, recibiendo la fortaleza de Dios y frecuentes apariciones sobrenaturales. Según algunos historiadores realizó también milagros.
Poco después en 1375, viviendo en Pisa, Catalina recibió los estigmas invisibles: sentía dolor pero no eran visibles las llagas. Formó un grupo de oración, compuesto por laicos, hermanos predicadores y nobles, siendo ella la guía espiritual. Con sus oraciones y discursos lograba persuadir y evangelizar a los pecadores.
Catalina tenía el don de profetizar, lo que le valió algunas críticas en los medios eclesiásticos, que la acusaban de fanática. Por otra parte, por su entereza y tesón, por sus experiencias en éxtasis y su vida consagrada a Dios, muchos la consideraban una santa. Participó en negociaciones políticas y religiosas de la época: influenció a dos papas, a religiosos y políticos. Con su prudencia y santidad, Catalina hizo que la Santa Sede retornara a Roma en 1378, ya que desde 1309 estaba en Aviñón, al sur de Francia, bajo la tutela del rey francés. Más tarde viajó a Florencia, Aviñón y Roma, logrando reconciliar a los florentinos con el Papa Urbano VI (1318-1389), evitando así un cisma en la Iglesia Católica.
Catalina fue sanadora, profetisa, predicadora y escritora; autora de importantes obras de espiritualidad: “Diálogo de la Divina Providencia” escritos durante sus éxtasis religioso (1378), numerosas “Cartas” dirigidas a mujeres – religiosas, casadas, nobles o plebeyas – también a obispos, sacerdotes y al rey de Francia y “Oraciones” donde describió sus experiencias místicas y revelaciones. Aunque dictó a sus discípulos con dulzura y humildad, habló de su dolor por las ofensas contra Jesús, por las guerras y la corrupción dentro de la iglesia: los malos prelados impedían a las almas llegar a la perfección. Promovió la cruzada contra los infieles para la conquista de los Santos Lugares. (La Inquisición duró hasta principios de 1600).
Luego de un corto período en Siena, Catalina volvió a Roma llamada por el Papa Urbano, donde murió en 1380, a los 33 años, tras varios meses de intenso dolor y sufrimientos.
Considerada la más grande mística italiana, el Papa Pio II (1405-1464) declaró santa a Catalina en 1461 y el Papa Pablo VI (1897-1978) le otorgó el título de Doctora de la Iglesia en 1970, junto con Santa Teresa de Jesús.
Fuentes y Bibliografia
Durante la peste negra que asoló Siena en 1374, Catalina acudió al socorro de los necesitados, ayudó y cuidó a los enfermos con mucha bondad y misericordia, sin temor al contagio, recibiendo la fortaleza de Dios y frecuentes apariciones sobrenaturales. Según algunos historiadores realizó también milagros.
Poco después en 1375, viviendo en Pisa, Catalina recibió los estigmas invisibles: sentía dolor pero no eran visibles las llagas. Formó un grupo de oración, compuesto por laicos, hermanos predicadores y nobles, siendo ella la guía espiritual. Con sus oraciones y discursos lograba persuadir y evangelizar a los pecadores.
Catalina tenía el don de profetizar, lo que le valió algunas críticas en los medios eclesiásticos, que la acusaban de fanática. Por otra parte, por su entereza y tesón, por sus experiencias en éxtasis y su vida consagrada a Dios, muchos la consideraban una santa. Participó en negociaciones políticas y religiosas de la época: influenció a dos papas, a religiosos y políticos. Con su prudencia y santidad, Catalina hizo que la Santa Sede retornara a Roma en 1378, ya que desde 1309 estaba en Aviñón, al sur de Francia, bajo la tutela del rey francés. Más tarde viajó a Florencia, Aviñón y Roma, logrando reconciliar a los florentinos con el Papa Urbano VI (1318-1389), evitando así un cisma en la Iglesia Católica.
Catalina fue sanadora, profetisa, predicadora y escritora; autora de importantes obras de espiritualidad: “Diálogo de la Divina Providencia” escritos durante sus éxtasis religioso (1378), numerosas “Cartas” dirigidas a mujeres – religiosas, casadas, nobles o plebeyas – también a obispos, sacerdotes y al rey de Francia y “Oraciones” donde describió sus experiencias místicas y revelaciones. Aunque dictó a sus discípulos con dulzura y humildad, habló de su dolor por las ofensas contra Jesús, por las guerras y la corrupción dentro de la iglesia: los malos prelados impedían a las almas llegar a la perfección. Promovió la cruzada contra los infieles para la conquista de los Santos Lugares. (La Inquisición duró hasta principios de 1600).
Luego de un corto período en Siena, Catalina volvió a Roma llamada por el Papa Urbano, donde murió en 1380, a los 33 años, tras varios meses de intenso dolor y sufrimientos.
Considerada la más grande mística italiana, el Papa Pio II (1405-1464) declaró santa a Catalina en 1461 y el Papa Pablo VI (1897-1978) le otorgó el título de Doctora de la Iglesia en 1970, junto con Santa Teresa de Jesús.
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